sábado, 13 de agosto de 2022

LA REGLA DE ORO


 "Todo lo que queráis que los hombres hagan con vosotros, hacedlo también vosotros con ellos, porque esto es la ley y los profetas" – (Mateo 7:12).

"¡Qué sabios son los mandatos de Dios, qué justos son sus preceptos!"


Por C. T. Russell Pastor de los Tabernáculos de Brooklyn y Londres.

NUESTRA concepción de Dios mide nuestros más altos ideales y principios. Por lo tanto, quien tiene una concepción mezquina o descuidada del Todopoderoso está destinado a ser más o menos mezquino y descuidado en su conducta de vida, pues cada hombre o mujer adora en cierta medida su propio ideal más elevado. Y esto está autorizado por las palabras de nuestro Redentor: "Sed semejantes a vuestro Padre que está en los cielos". Nuestros antepasados, durante la Edad Media, se quemaban unos a otros en la hoguera, y se torturaban unos a otros, debido a su concepción errónea del carácter divino; porque sus ideales eran demasiado bajos. Ellos creían verdaderamente lo que formularon en sus credos y nos los  transmitieron; a saber, que Dios en el tiempo presente está reuniendo de entre los hombres un puñado de santos para la condición celestial y que entregará al resto -todos los que no caminan según el espíritu, sino según la carne- al tormento eterno a manos de los demonios.

Teniendo en mente este concepto erróneo de las enseñanzas bíblicas, simplemente copian ese concepto erróneo. Que los hombres civilizados hayan superado los estándares de la Edad Media  o Edad del Oscurantismo es motivo de felicitación. Lamentamos, sin embargo, que su liberación de un error no les haya traído toda la bendición que debería. Han alcanzado el ideal superior principalmente ignorando la Biblia, negando su infalibilidad, aceptando su propio juicio y razonamiento en supuesta contradicción con las enseñanzas bíblicas.

Qué triste es el hecho de que la mayoría de las mentes nobles de la cristiandad hoy en día niegan que la Biblia sea una revelación de Dios divinamente inspirada y la consideran simplemente el trabajo de hombres bien intencionados pero ignorantes, en comparación con los cuales los teólogos de hoy son maestros del pasado en todos los sentidos, bastante competentes para escribir, a partir de su propio ingenio, materia o temas  muy superior a los de la Biblia, cuya inspiración divina niegan.

EL FUNDAMENTO DEL TRONO DE DIOS

La declaración bíblica de que la Justicia es el fundamento del Reino o Trono Divino, da a la mente una apreciación pictórica o grafica del valor de la justicia en su relación con cada elemento del carácter Divino. "Sé justo antes de ser generoso", es un proverbio entre los hombres, que evidentemente está en plena concordancia con lo que las Escrituras declaran del carácter de Dios. Él es primero justo, nunca menos que justo. Su sabiduría, su poder y su amor deben coordinarse con esta cualidad de justicia y descansar en ella. Y así es con todos los que quieren copiar este carácter. Primero deben ser justos. Un carácter construido sobre una base que ignore esto es defectuoso, impropio, pecaminoso. El primer hombre, hecho a imagen y semejanza moral de Dios, debió tener la Justicia como fundamento de su carácter. Y todos sus descendientes siguen poseyendo esta cualidad, aunque en distintos grados. La llamamos también Conciencia, Rectitud. Algunos, de hecho, tienen esta cualidad en un grado tan débil que es fácilmente desequilibrada por sus otras cualidades mentales más fuertes, tales como la codicia, la aprobación, etc. Es por esta razón que las prisiones son necesarias para restringir todos los órganos más fuertes de la mente de los hombres y para fomentar su conciencia, su sentido de la justicia, la rectitud. Estas normas de rectitud han sido consideradas y estimadas desde el principio como las normas divinas, y siguen siéndolo, excepto por los ateos.

Durante la Edad del Oscurantismo, las mentes razonadoras probaron  los diversos expedientes para armonizar la justicia de Dios con las "doctrinas de los demonios", que tergiversaban el Programa Divino para la humanidad. (1Timoteo 4:1) Pero en nuestros días, la luz del alba que surge de cada rincón revela a la conciencia despierta el hecho de que los antiguos credos exigen de la humanidad normas mucho más elevadas que las que acreditan a nuestro Hacedor. Debemos ser justos, generosos, bondadosos y amorosos. El patrón  que se nos presenta en los credos engañosos retrata a nuestro Creador Todopoderoso como si reclamara todas esas cualidades, pero  que al tratar con la humanidad las infringiera a todas y a cada una de ellas.

TUS ACTOS JUSTOS SE HARAN MANIFIESTOS

¿Quién, con una mente ilustrada, puede seguir afirmando que sería justo, bondadoso o amoroso que Dios diera vida a una raza de criaturas inteligentes, para la gran mayoría de las cuales no tenían mejor provisión que una eternidad de tortura, y sabía todo esto antes de crearlas? ¿Quién puede negar que hubiera sido más justo, más bondadoso, más sabio y más amoroso dejar a toda la raza sin crear que hacer provisión para la tortura eterna de 999 de cada 1.000 de ellos, o una proporción peor, pues seguramente los santos no son uno entre mil de la población mundial?

La Biblia nos dice libremente que muchos rasgos del Plan Divino están ahora ocultos en el misterio, pero el último libro de la Biblia, que describe proféticamente el futuro, nos asegura que en el debido tiempo de Dios "Quedara terminado el misterio que ha declarado a sus siervos los profetas". (Apocalipsis 10:7) El mismo libro nos asegura que en el debido tiempo de Dios, cuando el misterio sea aclarado, "Todas las naciones vendrán y adorarán ante ti, porque tus actos justos han sido manifestados." (Apocalipsis 15:4) Ahora estamos viviendo en el tiempo en que el "misterio" está terminando y los justos tratos de Dios, desde el punto de vista de las Escrituras, pueden verse claramente.

Pero estas revelaciones no son para el mundo en general ahora, sino sólo para "los elegidos", los "santificados en Cristo Jesús". "A vosotros se os ha dado a conocer los misterios"; a los extraños se les habla de estas cosas en parábolas y palabras oscuras. (Mateo. 13:11,13) Pero no será hasta que los elegidos sean glorificados y se establezca el Reino Milenario que el "misterio" se dará a conocer plenamente al mundo y toda rodilla se doblará y toda lengua confesará. Por lo tanto, sólo los de corazón contrito pueden ver ahora, entender ahora, el verdadero carácter de Dios, sus verdaderos propósitos hacia el hombre, etc. Así declara nuestro Señor: "Esta es la vida eterna, que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo a quien has enviado" – (Juan 17:3).

A la clase a la que se dirigió nuestro Señor, "Benditos sean tus ojos, porque ven", y sólo para ellos, es el mensaje de que el infierno de la Biblia es la tumba, el estado de muerte. Todos fueron condenados a la muerte por el pecado de Adán, y ninguno, según las Escrituras, fue condenado al tormento eterno. Sólo ellos pueden ver y apreciar el amor de Dios, que ha dispuesto la salvación de todos los hombres del presente estado de degradación y pecado y muerte. Sólo ellos pueden ver que Jesús era "el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo", y no sólo los pecados de la iglesia.

 Estos pueden ver que las bendiciones de la salvación son para dos clases de hombres: ahora para la clase santa, "los llamados conforme al propósito de Dios", a quienes se les promete una participación en la primera resurrección; y luego, durante la Edad Milenaria, la salvación para toda la raza, una oportunidad para la restitución del estado original del hombre en la imagen y semejanza de Dios.

LA REGLA DE ORO PARA LA IGLESIA

Cometen un gran error quienes suponen que la Regla de Oro, o cualquiera de los mensajes de las Escrituras, estaban destinados al mundo de la humanidad. No; son para la Iglesia solamente, y esto se demuestra no sólo por el hecho de que las palabras de nuestro Señor fueron dirigidas a Sus discípulos, sino también por el hecho de que las Epístolas Apostólicas se dirigen igualmente a los santos y a la Familia de la Fe. Otros no pueden ver, entender, apreciar, en el grado adecuado. La mente mundana puede apreciar o entender, y de hecho lo hace, la máxima que dice: "La honestidad es la mejor política", a largo plazo, pero no puede apreciar o entender el sentimiento de nuestro texto, en el sentido de estar dispuesto a adoptarlo como principio y como regla de vida.

En armonía con este pensamiento, tratamos de imprimir la importancia de nuestro texto sólo a los benditos del Padre que han sido atraídos, llamados y santificados en Cristo Jesús, y cuyos ojos han visto hasta cierto punto que la justicia es el fundamento del carácter divino. La Regla de Oro no expresa todo el deber del cristiano; se espera que progrese mucho más en el desarrollo de su conducta y carácter. Pero este progreso adicional marca su desarrollo en el amor. La Regla de Oro marca la norma más baja que debe medir nuestro trato con los demás en la Iglesia y en el mundo: la justicia. En una palabra, nuestro texto, aunque está muy por encima del curso ordinario de la humanidad, debería estar en uso cada día y cada hora por cada seguidor de Cristo. “Todo lo que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos”.

De que nuestro Señor no estaba dando esto como una norma evangélica o una norma de amor, lo notamos en  el hecho de que agregó las palabras: "Esta es la ley y los profetas" -esta es la enseñanza o demanda de la ley y los profetas sobre todos los que buscan hacer justicia-.

La medida de nuestro desarrollo como Nuevas Criaturas en Cristo es lo que alcancemos en el amor por encima de la norma de la Regla de Oro. La justicia nos exige que demos a los demás lo que queremos que nos den a nosotros. El amor dice: "No exijo nada, sino que os muestro la longitud, la altura y la profundidad del Amor Divino, y espero con expectación que apreciéis esto y que busquéis ser copias del querido Hijo de Dios, que entregó su vida por nosotros". Dirigiéndose a los que se habían consagrado al discipulado, para seguir las huellas del Señor, San Pablo dice: "También nosotros debemos dar nuestras vidas  por los hermanos", siguiendo el ejemplo de Jesús.

EL AMOR NO OBRA MAL

Todo el pueblo del Señor debe amarlo a Él y a los hermanos; sí, incluso a sus enemigos. Sin embargo, detengámonos ahora en el amor y consideremos simplemente lo que la simple justicia de la Regla de Oro implicaría en nuestra conducta. ¿Cómo se ajusta nuestra vida diaria a esta Regla de Oro de justicia absoluta, omitiendo por completo el amor? Si eres un empresario, ¿tratas a tu empleado en armonía con esta regla, y haces con él lo mismo que querrías que él hiciera contigo, si vuestras posiciones fueran inversas?

Si eres un empleado, pregúntate a ti mismo: "¿Trato a mi empleador y a su negocio como me gustaría que me tratara a mí y a mi negocio, si nuestra relación fuera inversa?" ¿Trata usted a su carnicero, a su panadero, a su tendero, etc., como le gustaría que le trataran a usted, si sus posiciones fueran inversas? ¿Eres cortés con ellos y no estás dispuesto a darles problemas innecesarios? ¿Les pagas puntualmente? O, si eres un comerciante, ¿tratas a tus clientes como te gustaría que te trataran a ti, si las condiciones fueran las contrarias? ¿Les cobra sólo un precio razonable? ¿Les das el peso y la medida adecuados? ¿Representas adecuadamente tus productos ante ellos, como querrías que te los representaran a ti? ¿Eres un buen vecino? ¿Vigilas que tus hijos no sean una molestia para los demás; que tus gallinas no dañen el jardín de tu vecino; que tu perro no sea feroz y que su ladrido no mantenga despierto al vecindario? En una palabra, ¿tratas a tu vecino con justicia, según la Regla de Oro, haciendo con él sólo lo que te gustaría que te hicieran a ti? Hazte estas preguntas de vez en cuando.

Entremos ahora en su casa y midamos las cosas según la Regla de Oro. Como esposos, ¿cómo tratan a sus esposas? Como esposas, ¿cómo tratan a sus esposos?

¿Pueden aplicar la Regla de Oro a sus palabras, a su conducta, a sus exigencias mutuas? ¿O actuáis de forma mezquina, egoísta, aprovechándoos el uno del otro, hasta el límite que el otro soporta? ¿Tratas a tus hijos según las líneas de la Regla de Oro? ¿Es usted un padre ideal, de acuerdo con su propia norma avanzada de lo que debe ser el deber de un padre para con sus hijos? ¿Recuerdas que tienes la responsabilidad de su formación; una responsabilidad, en la medida en que tus circunstancias lo permitan, de su entorno, su felicidad, su educación y su preparación general para ser útil en la vida? ¿O es usted indiferente a sus intereses, descuidando sus responsabilidades? ¿Reconoces que tus hijos tienen ciertos derechos y que éstos aumentan a medida que se acercan a la madurez, o te olvidas de ellos, dispuesto a mantener a los niños bajo las restricciones de la infancia, agriando sus disposiciones y haciéndolos infelices, hasta que resienten la injusticia y se produce una pelea familiar? Como hijos, ¿pensáis en vuestros padres, en su bienestar, en sus deseos, en su felicidad, como os gustaría que vuestros hijos pensaran en los vuestros? ¿Recuerdan las horas y semanas de debilidad, enfermedad y trabajo que les costaron en su infancia, y tratan de devolverles esas bondades y de hacer que sus últimos días sean los más felices de su vida? ¿Observas la Regla de Oro hacia tus padres? ¿Cómo es tu relación con tus hermanos y hermanas? Cuando ellos toman prestadas tus cosas sin permiso, ¿te desquitas tomando prestadas las suyas sin permiso, y así mantienes una continua inquietud y vejación de espíritu en la familia? ¿O practicas la Regla de Oro de la justicia, y no haces nada a tu hermano o hermana, o a sus pertenencias, que no quisieras que te hicieran a ti o a tus cosas?

LA REGLA DE ORO EN LA IGLESIA

Sin duda, en la Iglesia debes recordar la Regla de Oro establecida por la Cabeza de la Iglesia. Sin embargo, estoy seguro de que si eres injusto en tu propia familia, y con tus socios comerciales, serás injusto también en tu trato con la "Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo". El que es injusto en las cosas pequeñas será injusto en las mayores. El que es fiel en las cosas pequeñas será fiel en las mayores. El que practica la Regla de Oro durante los seis días de su contacto con los negocios, seguramente será fiel en el séptimo, pero la fidelidad a la Regla de Oro en un solo día nunca ganará la aprobación divina.

Si he tomado un nombre denominacional, que representa un credo denominacional, ¿realmente creo en ese credo y lo respaldo y sostengo? ¿O estoy en cierta medida en desacuerdo con él? ¿Me representa mal, o yo lo represento mal? ¿Hago con mis asociados y con el Señor, la Cabeza de la Iglesia, lo que quiero que hagan conmigo?

Si no es así, debería ajustar mi conducta a la Regla de Oro. Debo ser honesto con mi Señor, con mis hermanos y conmigo mismo, y no hacer falsedades. ¿Trato a todos los hermanos como tales, como dice el Apóstol, "sin parcialidad y sin hipocresía"?

¿O escojo  a algunos de clase o calibre o estilo especial, e ignoro considerablemente a algunos de los más pobres o menos instruidos, que, tal vez, necesitan más mi ayuda? ¿Estoy haciendo con todos ellos la parte de un hermano, como me gustaría que me hicieran a mí, si nuestras posiciones se transpusieran?

Como pastor, ¿pienso en los intereses de los hermanos? ¿Velo por sus libertades? ¿Busco impartirles libremente cualquier conocimiento que posea, o trato de engañarlos y mantenerlos en la ignorancia, y de sujetarlos? En una palabra, ¿hago por las ovejas del Señor, como subpastor, lo que desearía que me hiciera un subpastor, si yo fuera una de las ovejas del Señor bajo su cuidado? O, como una de las ovejas del Señor, bajo una cabeza pastoral, ¿busco con palabras y actos animar y ayudar al pastor, como me gustaría que el pueblo del Señor hiciera por mí, si yo estuviera en el servicio pastoral? [OV229]

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"UNA COPA DE AGUA FRÍA"

 

EL SEÑOR DE LA COSECHA salió un día,

Donde los campos estaban blancos con el trigo maduro,

Donde los que había enviado por la mañana temprano

Cosechaban el grano en el calor del mediodía.

Había elegido un lugar para cada uno

Y les ordenó trabajar hasta que terminara el día.

 

Aparte de los demás, con voz preocupada,

Habló uno que no había recogido el grano de oro:

"El Maestro no me ha dado trabajo,

Y mí venida aquí ha sido en vano;

Los segadores vendrán con alegría y canto,

Pero ninguna gavilla será mía en la casa de la cosecha".

 

Oyó la queja, y la llamó por su nombre:

"Querida niña, ¿por qué te quedas aquí sin hacer nada?

Ve a llenar la copa del arroyo de la ladera

Y llévala a los que están trabajando cerca;

Yo bendeciré tu trabajo, y será

Guardado en la memoria como hecho para mí".

 

Fue un pequeño servicio, pero los corazones agradecidos

Agradecieron a Dios el agua tan fría y clara;

Y algunos que estaban desmayados por la sed y el calor

Salieron con nuevas fuerzas a la obra tan querida;

Y muchas almas cansadas miraron hacia arriba,

Revivido y animado por la pequeña copa.


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miércoles, 10 de agosto de 2022

"NO APAGUEN EL ESPÍRITU" (1TESALONICENSES. 5:19)

 


EN LAS ESCRITURAS  la luz se usa como símbolo del poder iluminador del Espíritu Santo. El Espíritu de Dios está simbolizado, no sólo por el aceite con el que los sacerdotes eran ungidos y que representaba el poder del Espíritu que moraba en ellos, sino también por la luz del candelero de oro que estaba en el Lugar Santísimo. Después de haber sido favorecidos con el conocimiento de la Verdad y habernos consagrado, el Señor aceptó nuestra consagración y nos dio el Espíritu Santo, que se convirtió en el poder iluminador de nuestros corazones. Durante toda la Edad del Evangelio, la Iglesia ha sido la luz del mundo. Nuestro Señor dio a entender que esto sería cierto cuando dijo a Sus discípulos en una ocasión: "Vosotros sois la luz del mundo". — (Mateo. 5:14).

Así como hay varias formas por las cuales una luz puede ser extinguida, así también hay diferentes medios por los cuales esta luz del Espíritu Santo puede ser apagada en nosotros. Una luz se apagará si se corta el suministro de aceite o gas que la alimenta, o si se le corta el oxígeno del aire, ya sea porque se agotó el suministro o porque se colocó algo sobre la luz para apagarla. Así es con nosotros. Se puede permitir que la luz del Espíritu se apague por falta de reabastecimiento, o se puede apagar por el contacto con alguna fuerza exterior.

Para tener el Espíritu Santo en gran medida, debemos mantenernos cerca del Señor; porque si nos alejamos de Él, la luz se apagará. Si descuidamos el privilegio de la oración o del estudio de las Escrituras o de la comunión con el Señor por no pensar en Él, la iluminación del Espíritu se oscurecerá. Por otro lado, se hará más brillante en la medida en que nos demos cuenta de nuestras propias imperfecciones y en el grado de nuestra consagración al Señor. Esto lo manifestamos por el celo con el que estudiamos Su voluntad como se expresa en Su Palabra, y con el que practicamos esa voluntad en los asuntos de la vida. Estos son los medios por los cuales podemos suministrar el aceite para mantener nuestra luz ardiendo brillantemente. Pero mientras nos esforzamos por hacer esto, debemos asegurarnos de no  entrar en contacto con cualquier cosa que tenderá a extinguir la llama del amor sagrado en nuestros corazones.

El mundo, la carne y el Diablo están todos en oposición a la luz del Espíritu Santo. En la medida en que se ponen en contacto con la luz, en esa medida la sofocan. Si el espíritu de mundanalidad entra en nuestros corazones, extinguirá la luz del Espíritu Santo. Si el espíritu de egoísmo o de irreflexión entra en nuestros corazones, hará que la luz se oscurezca y finalmente se apague. El cansancio en hacer el bien producirá el mismo resultado. Si nos entregamos a los placeres de la carne, estos tenderán a apagar el Espíritu. Los placeres pecaminosos deberían, por supuesto, ser evitados por todos. Pero hay placeres que no son pecaminosos y que son bastante propios para el hombre natural. Sin embargo, en la medida en que los consagrados se entreguen a estos y satisfagan así los anhelos de la carne, proporcionalmente sufrirá la nueva naturaleza.

Se cree que el compañerismo cristiano es una de las mejores ayudas para mantener la luz del Espíritu. Sin embargo, incluso en esto hay una línea de peligro que no siempre se reconoce y que, si se cruza, producirá el efecto contrario. Una visita a la orilla del mar y un baño en el océano pueden en algunos casos ser muy provechosos; pero en otros puede llevarse a tal punto que se vuelve peligroso para la nueva naturaleza. Los que se cansan de hacer el bien suelen ser los que han encontrado algo atractivo en otra dirección para desviar su atención de las cosas del Espíritu.

CONOCIMIENTO EXACTO DEL PLAN MÁS ESENCIAL

Entre los varios arreglos que Dios ha hecho para las Nuevas Criaturas en Cristo está el de reunirse para juntos mantener su luz y hacerla brillar. El Apóstol Pablo exhorta a la Iglesia a no olvidarse de congregarse siempre que  sea posible hacerlo. ( Hebreos. 10:25) Donde la reunión no es posible, el Señor suple la falta de alguna otra manera; y así, a veces encontramos a un querido hermano o hermana que no ha tenido la oportunidad de congregarse con otros en la Verdad, pero que parece tener muy claro y tener una profunda apreciación del Plan del Señor. Al no tener el privilegio de tener compañerismo con otros, tal persona ha hecho mucho más leyendo y estudiando.

Aquellos que tienen esta oportunidad de compañerismo y que no la aprecian, parecen estar en una condición muy insatisfactoria. En tales casos, el aceite no está ardiendo brillantemente, de lo contrario, uno se deleitaría en estar con los compañeros de peregrinaje, marchando hacia la misma meta. Debemos tener tanto cuidado con nuestra condición espiritual como con la física. Si tenemos mal sabor de boca y falta de apetito, concluimos que no estamos bien; y si no nos preocupamos por ir a las reuniones, podemos saber que no gozamos de buena salud espiritual. Cuando descubrimos que no tenemos el deseo de reunirnos con otros de "una fe tan preciosa", es una indicación de que debemos acudir al Gran Médico, para que Él nos ayude.

En algunos casos, sin embargo, sería mejor que el individuo no fuera a la reunión al principio, sino que leyera y estudiara por un tiempo. Muchos se han visto obstaculizados en su crecimiento espiritual al obtener una idea de la Verdad y luego asistir a las reuniones. Los tales se convierten en piedras de tropiezo para sí mismos y para los demás. Si no tienen tiempo para leer ni para asistir a las reuniones, sería mejor que leyeran hasta que se hayan establecido, y luego reunirse con otros de una fe igualmente preciosa.

Muchos, incluso de aquellos que son clases dirigentes, no tienen la Verdad tan clara como sería deseable. Algunos de estos parecen no saber de lo que hablan, aunque creen que sí. Hay varios medios por los cuales uno puede redimir el tiempo para el estudio. Uno puede llevar un libro con él y leer mientras está en el automóvil, yendo y viniendo de su tarea diaria. Conocemos a un querido hermano que leyó los seis volúmenes completos de esta manera.

El camino correcto es ejercitar el espíritu de una mente sana en este tema, así como en otros. Nuestro primer pensamiento debe ser para la gloria de Dios; nuestro segundo, para nuestro propio beneficio; nuestro tercero, en beneficio de los demás. En este asunto, nos debemos a nosotros mismos el ponernos en primer lugar; porque si nos capacitamos para el servicio, entonces tenemos una mayor oportunidad de ayudar a los demás. Aquí el yo viene primero, por mandato divino: "Buscad primero el Reino de Dios y su justicia"; “Esta es la voluntad de Dios [con respecto a vosotros], vuestra santificación.”— (Mateo. 6:33; 1 Tesalonicenses. 4:3)

A medida que cada uno llega a conocer por sí mismo después de recibir el Espíritu Santo, está autorizado a enseñar lo que ha aprendido por sí mismo. Para que todos seamos enseñados por Dios y seamos usados para enseñar a otros, en la medida en que aprendamos las lecciones y las apliquemos a nuestros propios corazones. La conciencia de cada uno debe decidir por él lo que es para la gloria de Dios con respecto a asistir a las reuniones.

Una llama puede revivir, incluso después de haberse extinguido por completo. Muchos de nosotros hemos visto una vela apagada y, sin embargo, había un núcleo brillante y cálido que un  rápido soplo de aire podría reavivar. Lo mismo ocurre con nosotros. Podría haber algo en nuestras vidas que apague la llama, pero la luz no se apagaría del todo; el soplo del Señor podría reavivarlo. Hemos visto personas que aparentemente habían sido celosas del Señor, pero que parecían perder su amor y su celo; pero más tarde se ha reavivado. En otros casos, la luz parece haberse extinguido por completo. Siempre deberíamos estar en guardia para no permitir que nada atenúe o extinga nuestro amor por el Señor, por la Verdad o por la santidad y la semejanza a Cristo. R5129


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martes, 9 de agosto de 2022

"CONTENDER POR LA FE"

 


         "Debéis contender ardientemente por la fe que una vez fue entregada a los santos" -Judas 3.

LA CONTIENDA O LUCHA  que las Escrituras reprueban es la del egoísmo: la  lucha por el lugar, por el poder, por nuestros amigos contra los amigos de alguien más, por nuestras ideas contra las de otros. Y se da la implicación de que aquellos que son así de contenciosos nunca entrarán en el Reino; porque este espíritu contencioso indica una  mala actitud o condición equivocada.

Sin embargo, una cosa es ser inducido a algo o ser sorprendido en una falta, y otra cosa muy distinta es contender según líneas egoístas. Entre el pueblo del Señor, incluso en los días de los Apóstoles, había una tendencia a veces a luchar entre sí en lugar de luchar contra el Diablo y el espíritu del mundo y las debilidades dentro de ellos mismos. Los órganos destructivos y combativos, que serían muy útiles para un soldado cristiano si estuvieran dirigidos contra sus propias debilidades y defectos, están tristemente fuera de lugar cuando, ignorando sus propias debilidades, simplemente se vuelven contenciosos con los hermanos, a menudo por nada o por cuestiones cuya importancia exagera, debido a su espíritu contencioso. Los tales deben recordar la declaración bíblica de que "el que gobierna su espíritu es mayor que el que toma una ciudad" – (Proverbios 16:32)

El apóstol Pablo reprende el desvió de la energía cristiana que " muerde y devora" unos a otros y advierte contra ella como tendiente a la destrucción de todo lo que es espiritual entre el pueblo del Señor. No es que el Apóstol favoreciera la indolencia en lo que respecta a los importantes principios de la Revelación Divina, pues siempre mostró su determinación de contender o luchar por la justicia; como un ejemplo de esto, recordamos sus propias palabras respecto a su reprimenda a uno de los otros Apóstoles, más antiguo en la fe cristiana que él: "Le resistí en la cara, porque era de condenar".

CONTIENDA ENCOMIABLE

Pero aunque todo el pueblo del Señor debe estar en guardia contra el espíritu de contención, velando de cerca para que no se haga nada de manera mordaz y devoradora, en lugar de manifestar paciencia y sufrimiento, bondad fraternal, amor, sin embargo, se han alistado como Nuevas Criaturas, engendradas por el espíritu, para caminar según el Espíritu, y deben reconocer continuamente este hecho y vigilar que siempre estén caminando en línea con el espíritu de la Verdad; y nuestro texto nos habla de una contienda que no sólo es apropiada, sino necesaria para todos los que están caminando de esta manera. Deben "contender ardientemente  por la fe", por la Palabra de Dios, por las promesas que Dios ha hecho, por las cosas buenas que Dios ha dispuesto.

La necesidad de este curso radica en el hecho de que este mundo no es amigo de la gracia; no es amigo, por lo tanto, del pueblo de Dios. El egoísmo, que es el espíritu del mundo, está en el lado opuesto al Espíritu Santo del amor; y nuestros propios intereses egoístas están en línea con el mundo en general. En consecuencia, nadie podría contender adecuadamente por la fe con un motivo egoísta, pues la "fe que una vez fue entregada a los santos" prohibiría tal motivo y lo condenaría de inmediato. Una razón, sin duda, por la que el Señor ha permitido que su causa esté en descrédito y sujeta a los ataques del mundo, y particularmente de los espíritus malignos del mundo, es que desea tener para su pueblo en este "pequeño rebaño" un pueblo probado, un pueblo de carácter. El carácter implica tal fijeza de propósito e intención que el individuo pelearía una "buena batalla" contra toda influencia que tienda a apartarse de la Palabra del Señor y de los hermanos del Señor.

El mundo y sus teorías se oponen a los santos; por lo tanto, debemos contender contra los arreglos humanos egoístas y diabólicos que prevalecen en la actualidad. Es posible que uno sea contencioso en asuntos religiosos, y que "contienda fervientemente", y sin embargo tal proceder no sea contender "por la fe que ha sido una vez dada a los santos". Uno podría ser contencioso por alguna teoría favorita propia en lugar de por los principios de justicia que inculca la Biblia.

A veces puede parecer que una persona contiende por la fe una vez entregada a los santos cuando discute con otra sobre temas bíblicos, y sin embargo su verdadero motivo al hacerlo puede ser el orgullo. El orgullo es una parte del egoísmo; por lo tanto, al contender por sus propias ideas uno podría estar cultivando el orgullo. La contención que Dios aprobaría es el deseo sincero de tener todo lo que la Palabra de Dios enseña. No debemos contender con la lengua indebidamente, ni hablar con calumnia. En todas nuestras contiendas debemos manifestar los frutos del Espíritu Santo: gentileza, bondad fraternal, amor. Por lo tanto, la contención apropiada no participaría de la ira, el odio, la malicia o la contienda. R5056


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SOLO LOS HUMILDEN COMPARTIRAN EL REINO (Mateo 18:1-14) (Marcos 9:33-50; Lucas 9:46-50)

 


Texto de oro: "No es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos que perezca uno de estos pequeños".

El tema de esta lección es digno de la consideración más cuidadosa y  oración de todo hijo de Dios, y especialmente de todos aquellos que de alguna manera son tentados a la ambición y rivalidad o a la vanagloria en el servicio del Señor. Aunque la humildad de los apóstoles del Señor está muy marcada en su carrera posterior, al principio de su trayectoria todos estaban, en cierta medida, influenciados por viejas ideas que el objeto de la enseñanza de Cristo era erradicar gradualmente.

Después de las peculiares experiencias en el Monte de la Transfiguración y la selección por el Señor de tres de ellos para esa notable ocasión, la cuestión de la relativa prominencia en el Reino fue naturalmente sugerida a sus mentes, y aparentemente condujo a una disputa que manifestaba cierto egoísmo. Fue para corregir esta disposición, y para mostrar su antagonismo con el espíritu que debe prevalecer en el Reino de Dios, que nuestro Señor buscó una oportunidad para conversar con ellos sobre el tema. (Versículo 1 y Marcos 9:33,34) "Y llegó a Capernaum, y estando en la casa, les preguntó: ¿Qué era lo que discutíais entre vosotros por el camino? Pero ellos callaron [ciertamente no indefinidamente, pues eso habría sido una falta de respeto al Maestro; pero hubo un breve silencio que denotaba cierta vergüenza]; porque en el camino habían disputado entre sí quién debía ser el mayor". Al cabo de un rato, uno de ellos preguntó: "¿Quién ha de ser el más grande en el Reino de los Cielos?". Entonces siguió la lección, tan importante para los apóstoles, que posteriormente iban a estar especialmente expuestos a grandes tentaciones de ambición y rivalidad entre ellos por el lugar principal en la estimación y en los corazones del pueblo de Dios -el Reino de Dios en estado  embrionario-, entre los cuales todos iban a ser líderes y maestros, testigos elegidos de Dios. Y el Señor quería que fuesen no sólo testigos de su verdad, sino también exponentes del poder de su espíritu para transformar el corazón y moldear el carácter en una elegante conformidad con la voluntad divina. Pero si la lección era así de importante para los apóstoles en su posición de líderes, también lo es para toda la Iglesia, todos los cuales están, en mayor o menor medida, expuestos a las tentaciones de la rivalidad y la ambición.

Versículos 2-4; Marcos 9:35. "Y sentándose, llamó a los doce y les dijo: Si alguno quiere ser el primero [es decir, si manifiesta el espíritu de rivalidad], será el último de todos y el servidor de todos". Siendo el espíritu de rivalidad lo más opuesto al espíritu de amor y mansedumbre que debe caracterizar a todos los que serán considerados dignos del Reino, esta declaración se ve como la secuencia lógica de tal curso; porque si tal persona entrará alguna vez en el Reino, primero debe erradicar completamente esa disposición; Y si está profundamente arraigada o ha sido cultivada durante mucho tiempo, puede tomar mucho tiempo y disciplina lograrlo, mientras que, entretanto, otros, no tan afligidos, pueden estar ocupados en el desarrollo más rápido de aquellas gracias de carácter y de mente que los capacitan más y más para una utilidad extendida y un servicio exaltado, dejando así necesariamente al que está bajo disciplina como el último y el menor en lugar del primero y el más importante. Visto así, el dicho: El que se humilla será ensalzado, y el que se exalta a si mismo será humillado (Lucas 14:11), se ve como la declaración de un principio filosófico de la ley divina. Por lo tanto, como insta el apóstol Pedro (1Pedro. 5:6), humillémonos bajo la poderosa mano de Dios, para que Él nos exalte a su debido tiempo.

"Y tomando a un niño, lo puso en medio de ellos, y tomándolo en sus brazos, les dijo: En verdad os digo [el modo es impresionante y solemne: es como si dijera, quiero que toméis en serio esta lección y la meditéis bien], si no os convertís [es decir, si no os apartáis por completo de este espíritu de rivalidad egoísta], y os hacéis como niños, no entraréis [ni mucho menos seréis los más grandes] en el Reino de los cielos. Por tanto, el que se humille como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos". Las características especiales de un niño pequeño son la sencillez de corazón, la mansedumbre, la veracidad, la ausencia de ambición y rivalidad, la fe, la confianza, el amor, la obediencia, la capacidad de enseñar, la indiferencia hacia las distinciones sociales y las opiniones populares, y la ingenuidad.

El mantenimiento de tal espíritu después de que los poderes dormidos de la infancia se hayan expandido y  traído a el mundo, con todas sus atracciones, atractivos, ambiciones, esperanzas, etc., al alcance mental del hombre, después de que el intelecto se haya vivificado por las pulsaciones de la vida hasta que empiece a darse cuenta de que es igual a sus compañeros, y que ha avanzado en la adquisición de conocimientos y el desarrollo de la habilidad y la capacidad incluso más allá de muchos otros hombres, es en realidad la evidencia de ese autocontrol y autodisciplina que invariablemente confieren un carácter noble.

La posesión de tal espíritu indica (1) Que el hombre no se sobreestima. Aunque, en comparación con la ignorancia de su infancia, puede haber progresado considerablemente en la adquisición de conocimientos y en el desarrollo de sus facultades, tal vez más que la mayoría de sus semejantes, considera sensiblemente que todavía está sólo en la orilla de un mar ilimitado de la verdad, y que si ha superado la velocidad de algunos de sus semejantes es sólo debido a algunas ventajas superiores de nacimiento o de educación de las que su alma benevolente vería con gusto que todos los hombres participaran. Se ve a sí mismo como Dios lo ve: como un hombre muy imperfecto, que se esfuerza con mucha debilidad por estar a la altura de un hombre perfecto, y dándose  cuenta de que sus mejores esfuerzos aún lo dejan muy lejos de la marca de la perfección. Por eso, en lugar de enorgullecerse, se humilla en consideración a sus fracasos, al compararse con los que tienen logros aún más bajos.

 (2) Indica una tierna consideración y amor por otros hombres que no puede jactarse ni comportarse indecorosamente con ellos. Considera el aprendizaje inferior y la falta de desarrollo intelectual con esa amable simpatía y ayuda que busca más bien complementar lo que el analfabeto tiene, y ocultar su carencia o deformidad, que exponer su ignorancia; mientras que reconoce alegremente a los iguales moral e intelectualmente, y presta la debida deferencia a los logros superiores. No tiene nada que ver con los falsos estándares de excelencia que el mundo establece, sino que, midiéndose a sí mismo por los estándares divinos, vive aparte y muy por encima del espíritu del mundo, por encima de sus luchas, ambiciones, disputas, envidias y egoísmo; y, en el lenguaje de Pablo, ha aprendido que todo lo que es verdadero, todo lo que es honesto, todo lo que es justo, todo lo que es puro, todo lo que es hermoso, todo lo que es de buena reputación, si hay alguna virtud y si hay alguna alabanza, pensar en estas cosas (Filipenses. 4:8), y no tener un concepto demasiado alto de  sí mismo, sino pensar con sobriedad -Romanos. 12:3.

Tal, declara nuestro Señor, debe ser el espíritu de todos los que se les permitirá entrar en el Reino de los cielos; y el que más lo cultive será el más grande; no, sin embargo, por ninguna ley arbitraria de retribución, sino por el principio filosófico de que la humildad conduce a la grandeza, y es de por sí un gran logro. Es precisamente una generosidad y una mansedumbre tan amorosas como ésta la que será necesaria por parte del "real sacerdocio" de la era milenaria, para cooperar con Cristo en la gran obra de elevar a los caídos a los altos privilegios de la madurez perfecta.

Versículo 5. "Y el que reciba [reconozca y muestre bondad a] un niño como éste [el más pequeño y humilde de los hijos de Dios] en mi nombre [porque es mío], a mi  me recibe". Esa es la valoración que hace el Señor incluso de los más pequeños y humildes. ¡Cómo ayuda al más pequeño de nosotros a darse cuenta de su amor!

Versículo 6. "Pero cualquiera que insinúe [engañe y desvíe de la verdad, del espíritu de la verdad o de la santidad de la vida] a uno de los más pequeños de estos que creen en mí, más le valdría que le colgaran alrededor del cuello una piedra de molino y lo hundieran en el fondo del mar.

 "Tal advertencia no necesita comentario: si alguno encuentra en su propio corazón el menor indicio de tal disposición, que se detenga rápidamente en su camino errante y ruegue fervientemente a Dios que renueve un espíritu recto dentro de él.

Versículo 7. "Ay ["gran tribulación"-"un tiempo de angustia como nunca hubo desde que hubo nación"-viene] al mundo a causa de las ofensas [voluntarias] [ofensas contra la suficiencia de la luz para evitarlas]; porque es necesario que vengan las ofensas [porque los corazones de los hombres no son rectos], pero ay de aquel hombre [aquel pecador voluntario] por el cual viene la ofensa”.

Versículos 8,9. La vida futura, que Dios ha provisto para el hombre maldito por el pecado, contaminado y condenado, es de un valor inestimable. Te recompensara ricamente hacer cualquier sacrificio para recibir y disfrutar esa vida. Aun si te costara  un ojo, una mano o un pie, de modo que te vieras obligado a soportar  la pérdida de estos  por toda la eternidad, la vida te resultaría barata incluso a un coste tan elevado. Eso sería mucho mejor que conservar tus miembros y perderlos todos en la gehenna. Sin duda, también, los oyentes interpretaron la lección como aplicable a todos los asuntos de la vida, y entendieron que el Maestro quería decir que les compensaría ricamente negarse a sí mismos muchas comodidades y placeres y gustos, queridos como una mano derecha, preciosos como un ojo y útiles como un pie, antes que perder por gratificación la vida venidera y ser completamente destruidos en la  gehenna, la segunda muerte.

Versículo 10 "Mirad que no despreciéis [que no odiéis ni persigáis en modo alguno] a uno de estos pequeños; porque os digo que en el cielo sus ángeles contemplan siempre el rostro de mi Padre que está en el cielo". ("¿No son todos espíritus ministradores enviados para ministrar a los que serán herederos de la salvación?" -Hebreos 1:14) Y (versículo 14), "No es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que perezca uno de estos pequeños". La insinuación es clara de que cualquier persecución o trampa de éstos será seguramente observada por el Señor, y los malhechores serán a su debido tiempo llevados a la justicia. Aunque el Señor permita que las persecuciones prueben severamente a sus santos, sólo logrará su purificación; porque "a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, a los que son llamados conforme a su propósito" (Romanos 8:28).

Versículos 11-13: hablan del celo amoroso de nuestro buen Pastor al buscar y cuidar de sus ovejas. Regocijémonos en su cuidado y atentamente escuchemos su voz. R 1766      



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lunes, 8 de agosto de 2022

LA SANGRE DE CRISTO

 


Porque tú fuiste inmolado y con tu sangre nos has redimido para Dios de todo linaje, lengua, pueblo y nación, y nos has hecho reyes y sacerdotes para nuestro Dios, y reinaremos sobre la tierra. Apocalipsis 5:9,10.


Cuanto más iluminados estemos con respecto al plan de Dios para las edades, más plenamente podremos comprender el maravilloso amor de Dios manifestado en el don de Jesucristo. Dios no hace nada sin una razón, y sólo cuando entendemos la razón podemos valorar correctamente lo que Él hace. Así que nos acercamos a la verdadera estimación de la sangre de Cristo a medida que entendemos por qué derramó su sangre y la naturaleza de los resultados que se obtendran

 El hombre no sólo se convirtió en pecador por la desobediencia, sino que también perdió la vida. Como el pecado entró en el mundo por un hombre (en quien todos pecaron), y por el pecado la muerte, así también la muerte pasó a todos los hombres. Romanos 5:12. Si permaneciera en esa condición, el objetivo de Dios al crear al hombre para alcanzar finalmente su propia imagen resultaría un fracaso.

Como no había ley que pudiera dar vida, parece que nada menos que la muerte de Cristo podía colocar al hombre en un lugar en el que pudiera aspirar a la vida superior.

Él dijo de sí mismo: "Esta es mi carne que doy por la vida del mundo". Además, siendo nosotros todavía indefensos, Cristo en su momento murió en favor de los impíos. Ahora bien, difícilmente morirá alguien en nombre de un justo, aunque, posiblemente, en nombre del bueno alguno se atreva a morir. Pero Dios nos recomienda su propio amor, porque siendo nosotros todavía pecadores, Cristo murió por nosotros. Por lo tanto, mucho más, habiendo sido ahora justificados por su sangre, por medio de él seremos salvados de la ira. Romanos 5:6-9. Así que Pablo pudo decir: "Mirad, pues, por vosotros y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia de Dios, la cual él compro con su propia sangre". Hechos 20:28. Fueron vendidos bajo el pecado, pero comprados con un precio. "¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque todos habéis sido comprados por precio. Glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, que son de Dios". 1 Corintios. 6:19,20.

Comprados, redimidos y rescatados parecen usarse en el mismo sentido, y por el uso de estos términos se nos recuerda con frecuencia que no somos nuestros, sino que pertenecemos a alguien que tiene el derecho de ordenar y exigir obediencia implícita; Pero como el que os ha llamado es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra conducta, porque está escrito: Sed santos, porque yo soy santo; y si invocáis al Padre, que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, pasad el tiempo de vuestra permanencia en temor, pues sabéis que no habéis sido rescatados con cosas corruptibles, como plata y oro, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación. 1 Pedro 1:15-19.

Porque tú fuiste inmolado y con tu sangre nos has redimido para Dios de todo linaje, lengua, pueblo y nación, y nos has hecho reyes y sacerdotes para nuestro Dios, y reinaremos sobre la tierra. Apocalipsis 5:9,10.

Se nos enseña a servirnos los unos a los otros, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro servidor, como el Hijo del Hombre no vino a ser servido, sino a servir, y a dar su vida en rescate por muchos. Mateo 20:27,28.

Se dio a sí mismo en rescate por todos, para dar testimonio a su debido tiempo. 1Timoteo. 2:6.

“Los rescataré del poder del sepulcro; los redimiré de la muerte. Oh muerte, yo seré tus plagas; oh sepulcro, yo seré tu destrucción”. Oseas 13:14.

Pero esto no es todo. Tenemos esta preciosa invitación: “Venid ahora y razonemos juntos, dice el Señor. Aunque vuestros pecados sean como la grana, serán blancos como la nieve; aunque sean rojos como el carmesí, serán como la lana”. Isaías. 1:18. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad. 1 Juan 1:9.

“Si decimos que tenemos comunión con Él y andamos en tinieblas, decimos mentira y no practicamos la verdad; pero si andamos en la luz, como él está en la luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesús, su Hijo, nos limpia de todo pecado”. 1 Juan 6:7.

Es un hecho singular, que un objeto escarlata o carmesí visto a través de un vidrio rojo en la luz, el objeto parece blanco; así, aunque nuestros pecados sean como la escarlata o el carmesí, cuando lleguemos a donde Dios y el los mire, a través de la sangre de Cristo, serán considerados como blancos. Aunque no tengamos justicia propia, nuestra fe nos es contada por justicia. Por tanto, acordaos de que vosotros, siendo en otro tiempo gentiles en la carne,... que en aquel tiempo estabais sin Cristo, siendo ajenos a la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios, impíos -en el mundo; pero ahora, en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. Ef. 2:11-13.

Pero Cristo, siendo hecho Sumo Sacerdote de los bienes venideros, por un tabernáculo más grande y más perfecto, no hecho de manos, es decir, no de este edificio; ni por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una sola vez en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención. Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos y las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos santifican para la purificación de la carne, ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual por el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, purificará, limpiará vuestras conciencia de obras muertas para servir al Dios vivo. Hebreos. 9:11-14.

Por lo tanto, por las obras de la ley ningún ser humano será justificado en su presencia, ya que por medio de la ley se reconoce el pecado; pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, atestiguada por la ley y los profetas y también la justicia de Dios por la fe de Cristo, para todos los que creen; pues no hay distinción, ya que todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su favor, mediante esa redención que es por Cristo Jesús, a quien Dios ha puesto como propiciatorio por su propia sangre mediante la fe, para una exhibición de su justicia al pasar por los pecados frecuentemente cometidos durante la indulgencia de Dios, y para una exhibición de su justicia en el tiempo presente, a fin de que sea justo al justificar al que es de la fe de Jesús. ¿Dónde, entonces, está la jactancia? Está excluida. ¿Por medio de qué ley? ¿De las obras? No; sino por la ley de la fe. Romanos. 3:20 (Emphatic Diaglott). R13


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