Porque tú fuiste
inmolado y con tu sangre nos has redimido para Dios de todo linaje, lengua,
pueblo y nación, y nos has hecho reyes y sacerdotes para nuestro Dios, y
reinaremos sobre la tierra. Apocalipsis 5:9,10.
Cuanto más iluminados
estemos con respecto al plan de Dios para las edades, más plenamente podremos
comprender el maravilloso amor de Dios manifestado en el don de Jesucristo.
Dios no hace nada sin una razón, y sólo cuando entendemos la razón podemos
valorar correctamente lo que Él hace. Así que nos acercamos a la verdadera
estimación de la sangre de Cristo a medida que entendemos por qué derramó su sangre y la naturaleza de los resultados que se
obtendran
El hombre no sólo se convirtió en pecador por la desobediencia, sino que
también perdió la vida. Como el
pecado entró en el mundo por un hombre (en quien todos pecaron), y por el
pecado la muerte, así también la muerte pasó a todos los hombres. Romanos 5:12.
Si permaneciera en esa condición, el objetivo de Dios al crear al hombre para
alcanzar finalmente su propia imagen resultaría un fracaso.
Como no había ley que
pudiera dar vida, parece que nada
menos que la muerte de Cristo podía colocar al hombre en un lugar en el que
pudiera aspirar a la vida superior.
Él dijo de sí mismo:
"Esta es mi carne que doy por la vida del mundo". Además, siendo
nosotros todavía indefensos, Cristo en su momento murió en favor de los impíos.
Ahora bien, difícilmente morirá alguien en nombre de un justo, aunque,
posiblemente, en nombre del bueno
alguno se atreva a morir. Pero Dios nos recomienda su propio amor, porque
siendo nosotros todavía pecadores,
Cristo murió por nosotros. Por lo tanto, mucho
más, habiendo sido ahora justificados por su sangre, por medio de él seremos salvados de la ira. Romanos 5:6-9.
Así que Pablo pudo decir: "Mirad, pues, por vosotros y por todo el rebaño
en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia de
Dios, la cual él compro con su propia sangre".
Hechos 20:28.
Fueron vendidos bajo el pecado, pero comprados
con un precio. "¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu
Santo, que está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?
Porque todos habéis sido comprados
por precio. Glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu,
que son de Dios". 1 Corintios. 6:19,20.
Comprados, redimidos y
rescatados parecen usarse en el mismo sentido, y por el uso de estos términos
se nos recuerda con frecuencia que no somos nuestros, sino que pertenecemos a
alguien que tiene el derecho de ordenar y exigir obediencia implícita; Pero
como el que os ha llamado es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra
conducta, porque está escrito: Sed santos, porque yo soy santo; y si invocáis
al Padre, que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, pasad
el tiempo de vuestra permanencia en temor, pues sabéis que no habéis sido
rescatados con cosas corruptibles, como plata y oro, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un
cordero sin mancha y sin contaminación. 1 Pedro 1:15-19.
Porque tú fuiste
inmolado y con tu sangre nos has redimido para Dios de todo linaje, lengua,
pueblo y nación, y nos has hecho reyes y sacerdotes para nuestro Dios, y
reinaremos sobre la tierra. Apocalipsis 5:9,10.
Se nos enseña a servirnos los unos a los otros, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro servidor, como el Hijo del Hombre no vino a ser servido, sino a servir, y a dar su vida en rescate por muchos. Mateo 20:27,28.
Se dio a sí mismo en
rescate por todos, para dar
testimonio a su debido tiempo. 1Timoteo. 2:6.
“Los rescataré del poder del sepulcro; los
redimiré de la muerte. Oh muerte, yo seré tus plagas; oh sepulcro, yo seré tu
destrucción”. Oseas
13:14.
Pero esto no es todo.
Tenemos esta preciosa invitación: “Venid ahora y razonemos juntos, dice el
Señor. Aunque vuestros pecados sean como la grana, serán blancos como la nieve;
aunque sean rojos como el carmesí, serán como la lana”. Isaías. 1:18. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel
y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad. 1 Juan 1:9.
“Si decimos que tenemos
comunión con Él y andamos en tinieblas, decimos mentira y no practicamos la
verdad; pero si andamos en la luz, como
él está en la luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesús, su
Hijo, nos limpia de todo pecado”. 1 Juan 6:7.
Es un hecho singular, que un objeto escarlata o carmesí visto a través de un vidrio rojo en la luz, el objeto parece blanco; así, aunque nuestros pecados sean como la escarlata o el carmesí, cuando lleguemos a donde Dios y el los mire, a través de la sangre de Cristo, serán considerados como blancos. Aunque no tengamos justicia propia, nuestra fe nos es contada por justicia. Por tanto, acordaos de que vosotros, siendo en otro tiempo gentiles en la carne,... que en aquel tiempo estabais sin Cristo, siendo ajenos a la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios, impíos -en el mundo; pero ahora, en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. Ef. 2:11-13.
Pero Cristo, siendo
hecho Sumo Sacerdote de los bienes venideros, por un tabernáculo más grande y
más perfecto, no hecho de manos, es decir, no de este
edificio; ni por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por
su propia sangre, entró una sola vez
en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención. Porque
si la sangre de los toros y de los machos cabríos y las cenizas de la becerra
rociadas a los inmundos santifican para la purificación de la carne, ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual por el
Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, purificará, limpiará
vuestras conciencia de obras muertas para servir al Dios vivo. Hebreos. 9:11-14.
Por lo tanto, por las
obras de la ley ningún ser humano será justificado en su presencia, ya que por
medio de la ley se reconoce el pecado; pero ahora, aparte de la ley, se ha
manifestado la justicia de Dios, atestiguada por la ley y los profetas y también
la justicia de Dios por la fe de Cristo, para
todos los que creen; pues no hay distinción, ya que todos pecaron y están
destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su
favor, mediante esa redención que es por Cristo Jesús, a quien Dios ha puesto
como propiciatorio por su propia sangre mediante la fe, para una exhibición de
su justicia al pasar por los pecados frecuentemente cometidos durante la
indulgencia de Dios, y para una exhibición de su justicia en el tiempo
presente, a fin de que sea justo al justificar al que es de la fe de Jesús.
¿Dónde, entonces, está la jactancia? Está excluida. ¿Por medio de qué ley? ¿De
las obras? No; sino por la ley de la fe. Romanos. 3:20 (Emphatic Diaglott). R13
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