miércoles, 24 de agosto de 2022

NUESTRO SEÑOR Y NICODEMO

 


“Y había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, príncipe de los judíos: Este vino a Jesús de noche”. — Juan 3:1,2


El relato del encuentro de Jesús con Nicodemo, un fariseo y príncipe de los judíos, se encuentra en Juan 3:1-15 Este es uno de los más interesantes de los muchos relatos en el registro del Evangelio, el cual ilustra la actitud de al menos algunos de los gobernantes de los judíos hacia el Hijo unigénito de Dios, a quien el Padre había santificado y enviado al mundo. Más importante que esto es la ilustración que este relato proporciona de la actitud de un hombre natural bien aprendido en cuanto a las cosas espirituales y su dificultad para recibirlas y comprenderlas.

Los fariseos eran considerados por muchos, incluso por ellos mismos, como la secta más sagrada de los judíos en la época de Jesús. Reclamaban una santidad especial como resultado de mantener la ley mosaica, manifestando un cuidado escrupuloso de todas sus características ceremoniales. Se habla de Nicodemo como un “príncipe de los judíos” y un “maestro de Israel” que era muy parecido a algunos de los líderes influyentes en las iglesias de hoy. (Juan 3:1,10) Aunque sin duda intentó vivir en la medida de sus posibilidades de acuerdo con muchos rasgos de la ley judía, no pudo comprender las cosas espirituales por ser un hombre natural y, por esto, no fue capaz de recibir las cosas del Espíritu de Dios ni comprenderlas “porque se han de examinar espiritualmente”. (1 Corintios. 2:14).

¿POR QUÉ DE NOCHE?

El relato dice que Nicodemo “vino a Jesús de noche”. Se sugirió que fue en ese momento porque no deseaba ser visto visitando a una persona tan impopular como lo era Jesús con los escribas y fariseos y no quería que se supiera que estaba influenciado de alguna manera por su mensaje. Por otra parte, se puede decir que las horas nocturnas serían el momento más conveniente para una conversación tranquila y privada, especialmente en vista de la ajetreada vida de enseñanza de Jesús, la realización de milagros y teniendo frecuentemente grandes multitudes siguiéndolo.

Por ejemplo, cuando los amigos del hombre “que estaba paralítico” quisieron llevarlo con Jesús, había tal cantidad de gente rodeando la casa que la única forma de obtener acceso al Maestro era haciendo un agujero en el techo y bajando al hombre enfermo con “el lecho en medio, delante de Jesús”. (Lucas 5:18,19) En una ocasión, leímos que había tantos que iban y venían a ver a nuestro Señor y a sus discípulos “que ni aun tenían lugar de comer”. (Marcos 6:31) Asimismo, no tenemos que pensar en que Nicodemo venga en medio de la noche, sino simplemente al anochecer, quizá el mejor momento disponible para que haga una visita.

El acercamiento de Nicodemo a nuestro Señor fue muy respetuoso: “Este vino a Jesús de noche, y díjole: Rabbí, sabemos que has venido de Dios por maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no fuere Dios con él”. (Juan 3:2) De la respuesta de nuestro Señor, es muy evidente que únicamente una parte de la conversación está registrada. También parece claro que el tema vital del reino del Mesías, en el que cada judío creyó, debe haber sido mencionado. “En verdad, en verdad te digo que él no nacido [engendrado: véase el siguiente párrafo para una mayor explicación] de nuevo no puede ver el reino de Dios”. (Vv. 3Biblia Enfatizada de Rotherham) Evidentemente, Nicodemo había escuchado que Jesús predicaba que el reino de los cielos estaba cerca. Posiblemente escuchó que Jesús afirmó ser el Mesías, el gran rey, en ese reino.

A modo de explicación, la palabra “nacido”, tal y como se traduce en el verso anterior, es una traducción de la palabra griega gennao. Esta palabra es única ya que puede referirse tanto al acto de engendrar, el principio del período de gestación, o el nacimiento real al final del mismo período. Por esto, gennao puede traducirse correctamente como “engendrado” o “nacido”, según si se trata del padre, que engendra, o de la madre, que da a luz. En este caso, debe traducirse como “engendrado”, porque Dios, el Padre, “de nuevo” forma parte. También debería traducirse gennao como “engendrado” en el versículo 7 de este capítulo.

Regresando a nuestra lección, en vista de la ausencia de la influencia política de Jesús, y generalmente solo con seguidores de entre el pueblo llano, Nicodemo estaba comprensiblemente perplejo por el hecho de que el Señor hiciera afirmaciones tan audaces con respecto al “reino de Dios”. Por lo tanto, Jesús enfatizó el hecho de que un hombre debe ser engendrado de nuevo si “vería”, en el sentido de comprender, el reino en su etapa embrionaria durante la actual Era Evangélica. Luego, por ejemplo, el apóstol Pablo dijo que Dios “nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo”. (Colosenses. 1:13) Aquí el apóstol sugiere que el pueblo de Dios, al ser engendrado de nuevo, en una nueva forma de vida, espiritualmente enfocada, con nuevas esperanzas, objetivos, ambiciones, intereses. “Las cosas viejas pasaron” y “he aquí todas son hechas nuevas”. (2 Corintios. 5:17).

El apóstol dice; “Que el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia y paz y gozo por el Espíritu Santo”. (Romanos 14:17) Los cristianos, posibles miembros del reino celestial, no están limitados en el uso de los alimentos, como lo estaban los judíos en virtud del Pacto, ni están obligados a guardar un día de cada siete como día de descanso físico, aunque, cuando es posible, es prudente y aconsejable hacerlo. No obstante, como posibles miembros del reino, nuestras libertades, privilegios y bendiciones son muchos mayores que tener la libertad de comer lo que nos gusta, o la libertad de ocuparnos, cuando es necesario, con trabajo el primer o séptimo día de la semana. En su lugar, como Pablo indica, algunas de las principales bendiciones que disfrutamos son la “justicia y paz y gozo por el Espíritu Santo”.

A pesar de siglos de esfuerzo, y con la única excepción de Jesús, ningún judío logró la justicia completa como resultado de mantener la Ley. La paz con Dios no era la posesión de ninguno en el Israel natural. La ley solo condenó y le dijo al pueblo típico de Dios que carecían de los requisitos divinos y, por lo tanto, estaban bajo condena judicial. (Romanos. 3:20; 7:7-11) De forma similar, ni las bendiciones espirituales, derivadas de la operación del Espíritu Santo, fueron la porción de ninguno hasta Pentecostés después de la resurrección de nuestro Señor. Vemos cuán verdadero es que una persona debe ser “engendrada de nuevo” antes de que pueda comprender y llegar a conocer íntimamente el reino de Dios y las bendiciones que disfrutarán los llamados a esa esperanza durante el tiempo presente.

EL HOMBRE NATURAL Y LAS COSAS ESPIRITUALES

Nicodemo hizo preguntas como respuesta a Jesús: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo ya viejo? ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer? (Juan 3:4) Aquí vemos la operación de la mente natural, con su capacidad para razonar únicamente al nivel de las cosas terrenales. En su respuesta, Jesús enuncia otra verdad vital que puede ser apreciada en su totalidad únicamente por aquellos que fueron engendrados por el espíritu. “En verdad, en verdad te digo que el que no nace de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios”. (Vv. 5) A fin de “ver” o comprender dicho reino, uno necesita ser “engendrado de nuevo” pero, para "entrar" en el reino celestial al que la iglesia está llamada, no solo es necesario ser engendrado, sino también “nacido” del Espíritu. Como Pablo dice en otro lugar: “la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios”. (1 Corintios. 15:50) Un nuevo cuerpo espiritual debe ser recibido antes de que podamos ingresar al reino del Padre.

Jesús nos dice que el nacimiento cristiano se produce por medio de dos cosas: “agua” y “Espíritu”. Primero está la limpieza, el poder santificador del agua de la verdad; viviendo “con toda palabra que sale de la boca de Dios” y siendo construido por “la palabra de su gracia”. (Efesios. 5:25,26; Mateo. 4:4; Hechos 20:32) Segundo se encuentra la operación del Espíritu Santo, vivificando nuestros cuerpos mortales en la obra del sacrificio de la carne, “renovando” y transformando nuestras mentes para que se parezcan cada vez más a “la mente de Cristo”. (Romanos. 8:11-13; 12:1,2; 1 Corintios. 2:16) De estas formas estamos preparados para “nacer” como seres espirituales en la resurrección. “Lo que es nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te asombres de que te haya dicho: os es necesario nacer de nuevo [engendrado de nuevo] (Juan 3:6,7).

Aquí nuestro Señor nos dice que existe más de un tipo de engendramiento y nacimiento. Así como el engendramiento y el nacimiento de la carne son hechos reales, también lo es el engendramiento y el nacimiento del espíritu, y necesario, si se quiere entrar a la fase celestial del reino del Mesías. No obstante, como indica el registro, Nicodemo continuó asombrándose y preguntándose el significado de las palabras de Jesús. Con qué frecuencia ha sido esta la experiencia del pueblo del Señor desde entonces, al entrar en contacto con individuos bien intencionados cuyas mentes, sin embargo, son incapaces de discernir verdades espirituales.

En Juan 3:8, Jesús intenta proporcionarle a Nicodemo una simple ilustración de las facultades que posee alguien nacido en el Espíritu. “El viento sopla donde quiere, y oyes su sonido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu”. De ello se deduce que, para nuestra comprensión humana limitada, los seres espirituales son como el viento, invisibles pero poderosos, y sus medios de desplazamiento muy rápidos. A fin de usar una expresión común, son capaces de “ir y venir como el viento”. Incluso con esta explicación, Nicodemo, todavía con la desventaja de su mente natural, respondió: ¿Cómo puede ser esto? (Vv. 9).

¿NICODEMO SE CONVIRTIÓ EN UN DISCÍPULO DE JESÚS?

No existe un registro definitivo en la Biblia de que Nicodemo se haya vuelto un discípulo de Jesús. No obstante, sabemos que defendió a Jesús ante el Sanedrín. Los fariseos y los sumos sacerdotes habían enviado oficiales para capturar a Jesús. (Juan 7:32) Sin embargo, cuando regresaron sin el Señor y les preguntaron por qué no lo habían traído, su respuesta fue: “Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre habla. Entonces los fariseos les contestaron: ¿Es que también vosotros os habéis dejado engañar? ¿Acaso ha creído en él alguno de los gobernantes, o de los fariseos? Pero esta multitud que no conoce de la ley, maldita es. Nicodemo, (el que había venido a Jesús antes, y que era uno de ellos), les dijo: ¿acaso juzga nuestra ley a un hombre a menos que le oiga primero y sepa lo que hace? Respondieron y le dijeron: ¿Es que tú también eres de Galilea? Investiga, y verás que ningún profeta surge de Galilea”. (Vv. 45-52) Lo que los fariseos no sabían era que Jesús había nacido en Belén, no en Galilea.

Cuando Jesús fue crucificado, José de Arimatea, quien fue un discípulo del Señor, pidió tomar su cuerpo para el entierro. Pilato concedió la petición, y junto con Nicodemo, quien trajo las especias para embalsamar, colocaron el cuerpo de Jesús en un sepulcro propiedad de José. (Juan 19:38-42) Estos eventos sugieren que Nicodemo tuvo un gran interés en Jesús y sus enseñanzas. Ciertos escritos tradicionales sugieren que luego de la resurrección de Jesús, Nicodemo se convirtió en un discípulo de Cristo y recibió el bautismo de la mano de Pedro y Juan. Además, algunos escritos sugieren que los judíos, como venganza por su conversión, privaron a Nicodemo de su cargo, lo expulsaron de Jerusalén y que, luego de su muerte, fue enterrado cerca de las tumbas de Gamaliel y Esteban. Sin embargo, no sabemos si alguna de estas afirmaciones es verdadera, porque las Escrituras no dicen nada al respecto.

NUESTRA FE NOS PERMITE VER

Al repasar en nuestra mente esta interesante reunión entre Jesús y Nicodemo, cuán agradecidos deberíamos estar de que, como resultado de nuestra fe en el Redentor y la consagración a Dios por medio de él, hemos sido capaces de dejar de lado la mente natural. Al ser “engendrados de nuevo” “vemos el reino de Dios” y apreciamos las cosas espirituales relacionadas con este. Además, entendemos las condiciones de adhesión al reino de Dios y el trabajo relacionado con este, tanto ahora como en el futuro. No obstante, para ingresar realmente en dicho reino, debemos ser “nacidos del Espíritu”. Por lo tanto, esforcémonos cada uno de nosotros en cumplir nuestro voto de consagración a Dios, que siendo “ricos en fe” podamos ser “herederos del reino que ha prometido a los que le aman”. (Santiago 2:5).  (Doctrina y vida Cristiana…Revista el Alba).

 

http://www.dawnbible.com/es/2022/2205cl-1.htm

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