lunes, 29 de agosto de 2022

LA FE QUE OBRA (SANTIAGO 2:14-23)

 


"Te mostraré mi fe por mis obras" – (Santiago 2:18)

MUCHOS han supuesto un conflicto de opinión entre las enseñanzas del apóstol Pablo y las de Santiago con respecto a la fe y las obras. Sostenemos, sin embargo, que, entendidas correctamente, sus enseñanzas están en completa armonía. El pacto de la ley judía era enfáticamente un pacto de obras, mientras que la base de aceptación bajo el nuevo pacto es la fe. La ley decía, haz y vive; el evangelio dice, cree y vive.

El apóstol Pablo, escribiendo a los que conocían la ley y que habían sido entrenados bajo ella para esperar la vida eterna como recompensa por el cumplimiento fiel de los requisitos de esa ley, se vio obligado a mostrar que la obediencia absoluta a esa ley es una imposibilidad con respecto a la raza caída de Adán; y de ahí que:“nadie será justificado en presencia de Dios por hacer las obras que exige la ley” (Romanos 3:20 NVI) Entonces, si nadie puede obtener la justificación y la vida eterna por las obras de la ley, ¿cómo podrían obtenerse? El Apóstol procede a mostrar que nuestro Señor Jesús había guardado toda la ley sin mancha, que así había asegurado todas las recompensas prometidas a "el que hace estas cosas"; a saber, la vida eterna y todas las bendiciones divinas. El Apóstol muestra además que, si bien nadie puede esperar la vida eterna mediante el cumplimiento de la ley, pueden esperarlo y obtenerlo de otra manera, no haciendo obras que serían aprobadas bajo el Pacto de la Ley, sino teniendo una fe que los aprobaría bajo el Nuevo Pacto, y asegurándoles tal medida de la cobertura de la justicia de Cristo en la medida que sea necesaria para compensar todas las deficiencias e imperfecciones de su naturaleza que les impidieron cumplir con todas las exigencias de la ley. Así nos dice: "Para que la  justicia de la ley fuese cumplida en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al espíritu".  (Romanos. 8:4 NRV 2000)

 El Apóstol Pablo no quiso ni por un momento decir que un mero asentimiento intelectual era suficiente. Sus enseñanzas concuerdan plenamente con la declaración de Santiago en esta lección, que una fe que no produce esfuerzos ni obras para la justicia sería una fe muerta, una fe sin valor, o peor aún, una fe que condena.

Tampoco debe entenderse aquí que Santiago ignora la fe y enseña que las obras de la ley serían capaces o suficientes para justificar a los pecadores o hacerlos herederos de la vida eterna. Es probable que algunos en la Iglesia primitiva, habiendo llegado a darse cuenta de que Cristo es el fin de la ley para justicia a todo aquel que cree, y que somos "justificados por la fe en su sangre", fueron al extremo opuesto, como algunos lo hacen hoy, alegando que la conducta de vida es irrelevante, si sólo se mantiene la fe. Es probable que Santiago tuviera en mente a esta clase de personas al escribir esta epístola o carta. Por lo tanto, advierte al lector sobre este punto: no pensar que una mera creencia o fe, eso no hace ninguna impresión en la vida, y si  no está acompañado por ningún esfuerzo por vivir de tal manera que sea agradable a los ojos de Dios, sea una fe de alguna vitalidad, o que haga algún bien real. Por el contrario, ese es el tipo de creencia que tienen los demonios.

Como ilustración, señala que, así como una bendición sin comida no satisfaría a una persona hambrienta, la fe sin obras no lograría nada. Si se presentara el desafío: "Muéstrame tu fe sin tus obras", sería muy difícil responderlo. ¿Cómo podría mostrarse la fe sino por las obras? Por otro lado, sería una posición muy apropiada decir: "Te mostraré mi fe por mis obras".

Abraham es llamado “el padre de todos los creyentes”; y de él está escrito: "Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia." (Romanos. 4:3; Gálatas. 3:6; Santiago. 2:23) Pero, como señala el Apóstol, la fe de Abraham no era de las que no daban fruto de buenas obras y obediencia. Por el contrario, Dios probó la fe de Abraham, y su fe se demostró aceptable por las obras de obediencia; la fe y las obras cooperaron en su caso, y deben hacerlo en todos los casos, de lo contrario la fe no será aceptable.

Los puntos que deben tenerse claramente en cuenta en esta lección son (1) que ninguna obra que los hombres caídos pudieran hacer serían obras perfectas; en consecuencia, ninguno de ellos podía ser aceptable a Dios. (2) El cristiano es aceptable ante Dios mediante el ejercicio de la fe bajo los términos del Nuevo Pacto. Es esta fe la que cuenta en su aceptación, porque no puede realizar obras que serían aceptables. (3) Su fe aceptable debe ser probada por sus esfuerzos para hacer, en la medida de sus posibilidades, la voluntad divina. (4) Puesto que las obras por sí solas no justifican, y puesto que la fe debe preceder a las buenas obras antes de que sean aceptables, y puesto que las buenas obras, cuando son aceptadas, no lo son por su propia perfección, sino por la fe que hace ellos aceptables, se deduce que es la fe la que nos justifica donde las obras no podrían justificarnos, y que las obras no dejan de lado la fe, sino que simplemente atestiguan la autenticidad de la fe.

Hay aquí una gran lección para todos los que desean agradar a Dios. Es nuestra fe la que le agrada a Él; al principio no tenemos nada más; pero si la fe permanece sola, sin esfuerzo para producir frutos de justicia en la vida, se convierte en una cosa muerta y pútrida, ofensiva tanto para Dios como para el hombre. Aquel cuya vida es de auto gratificación y pecado  y deshonra  daña cualquier fe que profese. Además, según nuestra experiencia, quien no vive en armonía con su fe no podrá mantenerla por mucho tiempo. A los que tienen algo de fe sin los correspondientes esfuerzos hacia las buenas obras, “enviará Dios en ellos operación de error, para que crean a la mentira” (2 Tesalonicenses. 2:11 NVI).

 Recordemos que el pueblo del Señor es "epístola viva conocida y leída por todos los hombres" (2 Corintios. 3:2); que son las obras las que se leen más que la fe, y de ahí la importancia del Texto de Oro, que debería ser cada vez más el sentimiento de todo seguidor de Cristo: "Te mostraré mi fe por mis obras". R2159


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