SAÚL y David eran ambos hombres de carácter fuerte, pero el primero descuidó la palabra y el consejo divinos y se hizo cargo de la administración de sus propios asuntos, mientras que el último aceptó al Señor y su dirección y por fe procuró seguirlo. Los resultados se mostraron en ambos casos: Saúl llegó a un final ignominioso. David prosperó y exhibió una sabiduría y una fuerza de carácter muy superiores a su tiempo. No debemos olvidar a este respecto que la discreción y la obediencia de David al Señor lo mantuvieron alejado del trono de Israel durante años de problemas, privaciones y vivir de manera errante, mientras que el seguir los métodos mundanos podría haberlo llevado a una prosperidad mucho mayor en lo que respecta a las apariencias externas. No obstante, debemos recordar también que la nación de Israel había sido adoptada por el Señor como su pueblo peculiar escogido, con quien trataría, cuyo curso supervisaría y con respecto a cuyos gobernantes decidiría. Tampoco debemos olvidar la gran diferencia entre la era judía, con los arreglos y reglamentos divinos de la misma, y esta era cristiana o evangélica, con sus diferentes reglamentos y su ley de amor, paciencia y guerra espiritual en vez de carnal. Aquellos que consideran el proceder de David y otros fieles de la época judía como modelos para la Iglesia, el cuerpo de Cristo (que podemos incorporarnos a las fuerzas militares), muestran con ello que tienen una total incomprensión de la Palabra divina sobre este asunto. Para ellos, las batallas, las victorias y las matanzas de David son figuras ilustrativas de las batallas y victorias espirituales por parte del antitípico David, el Amado, la cabeza y el cuerpo, el Cristo.
.Aunque Saúl ya había sido notificado por el Señor por medio del profeta Samuel que el reino debía ser quitado de su familia y dado a un prójimo más digno de confianza que él, más fiel al Señor, sin embargo se le había dado a entender que el reino podría perdurar en sus manos por un tiempo considerable. Podemos suponer, por lo tanto, que Saúl estaba buscando a alguien que ascendiera a la prominencia y que finalmente se convirtiera en su sucesor, aunque no tenemos razón para pensar que entendió que David ya había sido ungido para esta posición, porque la unción de David se mantuvo en secreto.
Saúl, aunque apreciaba las proezas de David, estaba, sin embargo, celoso de él debido a la prominencia a la que su noble conducta lo llevó a los ojos del pueblo. Estos celos se acentuaron cuando escuchó las alabanzas de David cantadas en términos más grandiosos que los suyos propios. Los celos son siempre una cualidad maligna: no son parte del Espíritu del Señor, el Espíritu Santo, sino un fuerte ingrediente del espíritu del mal. El odio, la envidia, la malicia, las contiendas, las obras de la carne y del diablo, todas están íntimamente relacionadas con los celos y, a menudo, surgen de ellos. Saúl debería haber resistido las sugerencias envidiosas que le venían a la mente: debería haber permitido que su mente se elevara por encima de todas las personalidades y se regocijara más sinceramente, de todo corazón, en las alabanzas de su joven general. Sin duda fue en parte su recuerdo de la declaración del Señor de que sería privado del reino lo que le hizo mirar con ojos celosos a David a partir de entonces.
Los celos son uno de los grandes
enemigos que enfrentan todos los cristianos. Deben ser muertos a la vista como
enemigo de Dios y del hombre y de todo buen principio; y en la medida en que su
presencia haya contaminado el corazón aunque sea por un momento, se debe
invocar una limpieza del espíritu de santidad y amor. Los celos no solo son un
monstruo cruel en sí mismos, sino que sus colmillos venenosos casi con
seguridad infligirán dolor y problemas a los demás, así como traerán un dolor
general y, en última instancia, la destrucción de quienes los albergan. Los
celos son pecados en el pensamiento, maldad en el pensamiento, y es muy
probable que conduzcan rápidamente al pecado ya la maldad en la acción, siendo
el resultado probable la contaminación de los hombres. La mente, una vez
envenenada por los celos, puede con gran dificultad ser limpiada por completo,
tan rápidamente trae todo dentro de su entorno a su propio color y carácter.
Este pecado, cuando es consumado, si se deja crecer, si no se encamina, si no
se vence, engendra muerte. Todos los seguidores del Señor deben estar en
guardia contra este pecado, y nadie lo necesita más que aquellos a quienes Dios
ha honrado grandemente como sus portavoces o siervos en cualquier capacidad. Si
David y Saúl no hubieran estado en posiciones tan altas, los celos, la
rivalidad y la enemistad habrían sido comparativamente imposibles. — Cantares de
Salomón 8:6
Dadas las circunstancias, no nos
sorprende leer (1 Samuel 18:10) que el celoso Saúl estaba
turbado por un espíritu maligno, una disposición maligna. Quizás el lenguaje
debería entenderse en el sentido de que un espíritu maligno, en el sentido de
un espíritu caído, un demonio, lo perturbaba. Ciertamente sabemos que así como
el amor, la paciencia, el gozo y la paz son elementos del Espíritu Santo—el
carácter de Dios—así un espíritu de odio y celos es un espíritu maligno o
disposición "de Dios", es decir, lejos de Dios, hacia el contrario de
Dios. También podemos reconocer el hecho de que un espíritu maligno como el que
aquí se apoderó de Saúl no solo era un espíritu alejado de Dios, o cualquier
cosa que él pudiera aprobar, sino que incluso podemos suponer que, puesto que
Saúl era el representante ungido de Dios en el trono de Israel, el espíritu
maligno no podría haber ganado el control sobre él sin al menos el permiso
divino. Así como los hombres santos de la antigüedad fueron movidos por el
Espíritu Santo para hablar y escribir asuntos de sentencias divina, así los
hombres han sido movidos y a veces son movidos hoy por espíritus malignos para
hablar y escribir cosas perversas. Este es el pensamiento contenido en la
palabra "profetizado" en este versículo. Saúl habló cosas insensatas,
cosas impropias, habló tonterías mientras tenía su jabalina en la mano. El
espíritu del mal estaba sobre él, llevándolo a hacer un movimiento con su
jabalina como si fuera a violentar a su fiel y humilde joven general que, como
amigo y compañero, tocaba para él el arpa con el fin de disipar su dolor y melancolía (depresión). La palabra "arrojar"
(versículo 11) es
más fuerte de lo que se afirma en el original, que parece significar
simplemente un movimiento, aunque posteriormente realmente arrojó el arma. — 1 Samuel. 16:14, 19:9, 10 .
David parece haber sido bastante intrépido, sin miedo, y una y otra vez se expuso al poder de Saúl cuando este último estaba bajo la influencia de su melancolía. No se menciona el temor de David, porque aunque sintió que era apropiado y deber escapar como lo hizo, parece haber tenido continuamente el recuerdo del poder de Dios para su preservación, y el hecho de que Dios ya lo había ungido para ser el rey a su debido tiempo. Tal fe y coraje señala una buena lección para todos los miembros del David antitípico. Nada nos hará daño de ningún modo. Las cosas pueden interferir con nuestros intereses carnales o comodidad o curso de los asuntos; pero cuando recordamos que no estamos en la carne sino en el Espíritu, que es como Nuevas Criaturas que el Señor nos ha prometido el Reino a su debido tiempo, podemos darnos cuenta de que ninguna influencia exterior puede interferir con nuestros verdaderos intereses, nuestra intereses espirituales, ni impedir que alcancemos las glorias del Reino que el Señor ha prometido a sus fieles. Sólo nuestra pérdida de confianza en el Señor y nuestra infidelidad hacia él podrían separarnos de su amor y de sus promesas.
Los celos de Saúl hacia David fueron apoyados por su temor hacia él. Sin duda, a menudo se maravilló que el intrépido joven que atacó al león se salvara, incluso cuando él, Saúl, había manifestado abiertamente su odio y oposición hacia él. Percibió que el Señor estaba con David y no consigo mismo. La presencia de David se hizo desagradable en el palacio, y, como no podía ser ignorado, lo metieron en el ejército y le dieron varias comisiones en relación con los intereses del reino, esperando Saúl evidentemente que por alguna indiscreción David daría una excusa para un giro del sentimiento popular en su contra, tal vez con la esperanza de que en algunas de las incursiones lo hirieran o lo mataran. Pero el Espíritu del Señor, como explica el Apóstol, es el "espíritu de dominio propio", y en la medida en que David confió en el Señor y fue guiado por esa confianza , pudo hacer su parte con sabiduría, ganando la aprobación del pueblo y tanto más el asombro y temor de Saúl.
Esta lección ilustra en cierta medida la relación entre el pueblo consagrado del Señor y el mundo en el tiempo presente. Los mundanos están en poder, en influencia, y sin embargo son conscientes del hecho de que el favor divino ya no está con ellos; que está por determinarse un cambio de dispensación en el programa divino; que en la etapa Laodicense de la iglesia, la mismas, debe dejar de ser el portavoz del Señor y ser vomitada; que el pequeño rebaño fiel, de los cuales no muchos son sabios ni grandes ni nobles según la marcha de este mundo, heredarán el Reino con mucho poder y gloria. De hecho, no se dan cuenta de que la clase ungida está entre ellos y se mezcla con ellos día tras día; sin embargo,sienten celos de los que tienen más del Espíritu del Señor que ellos, y odian lo que es más puro, más alto y mejor que ellos mismos. A veces, sus celos casi los llevarían al asesinato; pero temen y odian a la clase de David por su relación más estrecha con el Señor, y por su bendición manifestada en sus corazones y vidas. Nuestro Señor se refirió a tal condición de cosas al final de la era judía, que ciertamente era un tipo del final de esta era. Él dijo de la gente religiosa de ese tiempo: "Las tinieblas aborrecen la luz, y no vienen a la luz, para que sus obras no sean censuradas; pero el que hace la verdad viene a la luz, para que sus obras sean manifestadas como hechas" en Dios." Así como se hizo una separación entre Saúl y David, y entre los que amaban las tinieblas y los que amaban la luz en la primera venida del Señor, así se está produciendo rápidamente hoy una separación entre los que aman la luz, la verdad y los que son guiados por el Espíritu Santo, y los que tienen una mente o disposición diferente.
Nuestro Texto de Oro debe ser tenido en cuenta como un poder consolador y sustentador para los fieles del Señor. Está en plena armonía con las palabras del Apóstol en el Nuevo Testamento, que declara que "a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados". R3231
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